Todas las palabras muertas suenan a pájaros dormidos.
A despedida involuntaria. A nostalgia irracional.
Todas las palabras muertas saben a brasa y ceniza.
A últimas veces. A deseos sin nombre.
Todas las palabras muertas tienen el tacto de imperios antiguos.
De voces olvidadas. De caricias hipócritas.
Todas las palabras muertas huelen a promesas fallidas.
A lirios ensartados. A cajas de música oxidadas.
Todas las palabras muertas se posan sobre nuestros labios entumecidos y enmudecemos.
Hay un cementerio de sentidos mutilados. Hay esta ansia de prender la vida en la palabra.
Pero todas las palabras muertas han cosido mi boca.
Así que escribo.