El hombre del faro quiere dejar de ser luz para empezar a ser persona. Le piden que no se consuma, que no se olvide de alumbrarlos…
Él siempre fue un esclavo de su propia luz, quería que los barcos la necesitaran. Solo se sentía alguien viendo su sombra, reflejada en aquel mar al que otros desafiaban.
Pero quiere dejar de ser parte, para sentirse consciente: consciente de aquel instante en el que lo abandonó todo. Se apagó para no ver nada, para perderse entre aquellas olas: a las que siempre había ayudado a cruzar y a las que siempre tuvo miedo.
Hoy se atreve a saltar. No importa si no sirve de nada, solo quiere apreciar su luz, para poder ver desde el fondo del mar, su mirada.